Perfil del Egresado de Nivel Inicial

La docencia es una profesión cuya especificidad se centra en la enseñanza, entendida como una acción intencional y socialmente mediada para la transmisión de la cultura a las nuevas generaciones. Desde este lugar, el docente se concibe como un agente estatal responsable de la búsqueda de diferentes y mejores formas de asegurar los aprendizajes de los alumnos, en la medida en que actúa como un puente entre generaciones, entre épocas y saberes, y en tanto, es intérprete y traductor entre vivencias y tiempos diferentes.

“Sólo hay posición de transmisión si confrontados a las apariencias de lo imposible no se deja de ser un creador de posibilidades. La educación es el intento de activar un lugar, una falla, un pliegue donde la posibilidad de subjetivación sea todavía ilegible (…) La educación consiste en examinar una situación de imposibilidad contingente y en trabajar con todos los medios para transformarla..” (Duschatzky; Corea, 2002) Esta definición de Silvia Duschatzky, define ampliamente el espíritu de la política educativa que inspira este Diseño. También, reafirma la idea de que en estos tiempos la situación educativa no está asegurada. Hay que producirla continuamente y a veces en condiciones extraordinariamente dificultosas. La escuela pensada desde este lugar intenta movilizar en el docente una posición de invención, de creación singular, entendida como la producción de formas inéditas de habilitar el tiempo vivido, que torna necesario pensar los problemas – no negarlos- y fundamentalmente construir situaciones que nos modifiquen como sujetos, en lugar de ubicarnos en una posición de defensa de lo que ya no podemos sostener.

La docencia es un trabajo profesional institucionalizado, que se lleva a cabo, en el marco de la construcción colectiva de intereses públicos, de aspiraciones compartidas y del derecho social a la educación. Esta idea, en estos tiempos de fluidez, está asociada a un fuerte “no saber”: la escuela hoy ya no posee un saber a priori de las razones de su existencia, ni sobre los alumnos, ni de cómo dar lugar a un proceso de aprendizaje. Esta condición requiere necesariamente aprender a habitar la escuela, a comprometerse con el colectivo de trabajo y con los requerimientos de un proceso educativo sin garantes.

Cuando se agota el saber sobre una situación emerge el pensar sobre ella. Este “no saber” aparece no ya como ignorancia, sino como una condición ética, como posibilidad. Una escuela que no guarda una imagen congelada de lo que es un alumno puede producir hipótesis mucho más potentes. La escuela como sitio capaz de pensar y pensarse, no es una suma de individuos que sólo realizan su tarea sino una experiencia de pensamiento conjunto.